Como padres, no es tanto lo que hacemos, sino lo que somos. Si somos amorosos, felices, respetuosos, justos, generosos, eso es lo que nuestros hijos aprenderán a Ser. Si vivimos con miedo, angustias, inseguridades, “luchando” por ser felices, eso es lo que ellos aprenderán a Ser.
No se trata de vivir con una sonrisa en la boca. Se trata de lograr un estado interior donde la felicidad, la paz interior, la armonía con los otros, prime. Las demás emociones están presentes de acuerdo con las situaciones, pero no nos quedamos en ellas. Las sentimos y las dejamos pasar.
Muchas veces escuchamos la pregunta: ¿qué está pasando con la juventud de ahora? Dolorosamente debo decir que el problema no está en ellos, somos nosotros, sus padres.
Ellos aprenden del ejemplo. Así que miremos nuestra verdad interior. ¿Qué nos estamos diciendo internamente? ¿Cómo nos sentimos realmente? ¿Qué decimos a los otros? ¿Cómo nos expresamos y qué expresamos? ¿Tenemos expectativas frente a nuestros hijos o nos importa qué están sintiendo?
Cuando vivimos en un estado interior enfocado en nuestros deseos y necesidades, nos desconectamos de los demás y de nuestros hijos. Queremos hacerles y darles todo, cuando nuestro rol es enseñarles a sentirse y ser capaces de hacer y ser lo que les apasione.
Lograr conectarnos con ellos es un primer gran logro, pero para eso debemos conectarnos con nosotros mismos. Con lo que realmente estamos sintiendo, con nuestra verdad interior.
Esa verdad nos dará muchas respuestas y será el camino para, realmente, desde el ejemplo, lograr niños felices y llenos de amor por ellos mismos.